Tomás, de 8 años y con trastorno del espectro autista (TEA), entra sonriente por la puerta del centro Al-mudaris, en Córdoba. Saluda a su profesora y mira con curiosidad a toda la gente que está a su alrededor. "Hace tres años no podía ni hablar, era muy agresivo y golpeaba las cosas", subraya José Julio Carnerero, codirector, junto a Ana Pastor, de la escuela. El único gesto que demuestra su patología es una de las pocas estereotipias (movimientos repetitivos y sin razón aparente) que presenta: cierra los puños mientras toca compulsivamente su cara. Mientras tanto, su padre observa tras un cristal cómo se desarrolla la clase: "Han sido varios años viniendo desde Sevilla todos los días, pero ha merecido la pena".
En el día mundial del autismo, en España 50.000 menores padecen autismo, uno de cada 110. "Se ha convertido en un problema de salud nacional en muchos países.En algunos casos se considera una epidemia", asegura Miguel Palacios, padre de un niño con esta discapacidad. En los últimos años se ha detectado un aumentode los casos, posiblemente, por "una mayor precisión de los instrumentos diagnósticos", informa la Confederación de Autismo española. La demanda de un tratamiento efectivo por parte de los padres hace que aparezcan nuevos métodos de intervención.
Proveniente de Estados Unidos -donde existe desde hace 30 años-, está llegando a España un tratamiento para el trastorno del espectro autista: la intervención CABAS, Comprehensive Application of Behavior Analysis to Schooling, marca registrada por el Profesor Douglas Greer de la Universidad de Columbia (Nueva York),basado en el análisis de la conducta. "El apego es, en esta metodología, la primera piedra del aprendizaje. Es algo nuevo que hemos descubierto no hace más de cinco años. Lo revolucionario es que hemos conseguido proporcionar al niño con TEA lo mismo que tienen todos los demás niños al nacer", explica Luis Antonio Pérez-González, profesor de la Universidad de Oviedo e investigador de este método. El infante es capaz de reconocer la voz de su madre, de la familia y de personas externas de forma natural: "El ejercicio es sencillo: el niño se tumba y las profesoras y los padres se acercan con cariño, por ejemplo, haciéndole muecas. Unos tardan más que otros". Una vez conseguido este paso, los siguientes niveles de aprendizaje son mucho más fáciles para el niño e incluso algunos llegan a alcanzar niveles de funcionamiento social, desarrollo del lenguaje e intereses correspondientes a los demás de su edad, "por lo que dejan de ser considerados niños con autismo". Julia Folch Schulz, profesora universitaria de Fundamentos Biológicos del Comportamiento, Psicología Comparada y Psicofisiología en Segovia, opina que "más que un método, es un tipo de intervención, porque no indica una estrategia concreta para ponerlo en marcha (por ejemplo, no dice que hay que utilizar imágenes, signos, etcétera), sino que busca aquella estrategia que ya existe y que pueda ser la mejor para el niño en particular que estemos considerando".
Hay que saber que, salvo en contadas ocasiones, el TEA es una enfermedad congénita -se tiene de nacimiento-: "Son muchos los que siguen teniendo el estigma de que estos niños no pueden aprender", asegura Carnerero. Normalmente, se manifiesta en los niños entre los 18 meses y tres años de edad -es importante que sepan discriminar los síntomas y así favorecer un diagnóstico precoz: perdida del habla, inexistencia de contacto visual y una marcada obsesión por ciertos objetos-. "Durante el tratamiento es primordial prestar atención a capacidades como el contacto ocular, el tipo de lenguaje que utiliza el niño, y que este sea funcional y ver si varía de una situación a otra", explica Douglas Greer. Para un mayor éxito es esencial que la enseñanza comience lo antes posible(la atención temprana) y que sea individualizada. Más del 40% de los niños con TEA que reciben una educación individualizada en "las condiciones adecuadas alcanza buenos niveles de funcionamiento social", asegura Pérez-González. Basado en el método científico, la recogida de datos es continua y sus programas son a la carta. "Tienen que ser así porque hay muchas formas de desarrollar el autismo, cada niño y su familia son únicos (con su motivación, intereses y preferencias)", explica Greer. Si al menor le llaman la atención las imágenes, se utilizan pictogramas; si le chiflan los ordenadores, mejor usar alguna técnica basada en computadoras, etc. Es cierto que existe un consenso emergente, en la actualidad, "de que no hay un único tratamiento que funcione para todos los niños con trastornos del espectro autista", recalca Juana María Hernández, profesora colaboradora de la UAM.
En el centro Al-mudaris los niños acuden "25 horas por semana, de lunes a viernes de 9 a 14h; son cursos intensivos", explica Carnerero. En el aula siempre está el niño con dos profesoras, formadas anteriormente en el método, y una supervisora que analiza todo lo que está ocurriendo durante la clase: "En este momento Guadalupe le está enseñando a Javi a comer solo y a Pablo, un sabor nuevo, el queso. La finalidad es que los niños sean lo más autónomos posible", argumenta mientras muestra las aulas y los baños: "Todo está adaptado y dispuesto con un orden". Greer añade que "es necesario que los padres continúen la enseñanza en casa para que sus hijos aprendan habilidades de la vida cotidiana y otras relacionadas con el lenguaje". Lo principal es el aprendizaje de habilidades que permitan al niño responder a las emociones externas. Pérez-González asegura que "las capacidades son habilidades muy generales que ayudan al niño a interrelacionarse con los demás y así conseguir su independencia".
Comienza la clase de Tomás. Su profesora saca todo el material: cartulinas con números, puntos de recompensa, objetos y listo para comenzar. La supervisora, Ana Pastor, explica a Greer lo que van a trabajar hoy: "Vamos a intentar el naming -una habilidad que consiste en nombrar y reconocer objetos. Consiste en dos partes, una de escucha y otra de expresión: le pides un objeto y te lo señala, le enseñas el objeto y te lo nombra". Tomás ha aprobado en la primera parte pero todavía no llega a nombrar el objeto. "No hay problema, lo conseguirá", arguye el Profesor. El doctor Greer continua observando al alumno: "Hay una conducta que entorpece su concentración". Mientras, el niño mira absorto el ordenador. Encuentra la solución: "Cada vez que el niño hace una estereotipia el médico coge una gran cartulina con la que tapa la pantalla hasta que pasen por lo menos cinco segundos libre de conducta". Reitera que "este tratamiento se desarrolla en base a las necesidades de cada alumno y a su respuesta personal ante la instrucción de los profesores: Hablar, escribir y leer son los tres objetivos fundamentales de la enseñanza. No todos los niños responden igual a la intervención y muchos padres pueden llegar a frustrarse porque su hijo es más lento que los demás".
CAROLINA GARCÍA - Madrid - 02/04/2011 -"El País"
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